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lunes, 31 de marzo de 2008

LA FILIACION DIVINA

LA FILIACION DIVINA

Por Patricia Villegas de Jorge

Al rezar el Padrenuestro pasa casi imperceptible el verdadero sentido de la palabra “Padre” y más aún, no nos detenemos a analizar que ese “Padre” al que tanto invocamos en nuestras oraciones es “Nuestro”. Estas palabras muchas veces suenan huecas, se balbucean de manera automática, sin conciencia clara, no reflejan el gozo verdadero de tener ese “Padre” solo para nosotros.

La primera gracia sobre la filiación divina la recibimos por el sacramento del bautismo.
Es por medio de esta gracia sacramental que somos sumergidos en el agua que da muerte al pecado original y por el que hemos perdido el título de hijos de Dios, muerte sublimizada en la Cruz de Nuestro Señor. A la vez, por esa misma gracia renacemos como hijos de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, renacimiento manifestado gloriosamente en la Resurrección triunfante de Jesús, Quién es elegido desde toda la eternidad para devolvernos la filiación divina, hacer surgir en nosotros una criatura nueva y abrirnos las puertas del reino al que fuimos destinados y que sólo por el auxilio divino hemos vuelto a heredar en El, para “exaltarnos con El, como dice la escritura, por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación, y de todo ser que exista, a nosotros que yacimos postrados.”

Ahora bien, cuando el Padre Eterno otorga como gracia adicional -la cual es un don divino gratuito- la revelación de la importancia de la filiación divina y que solo se adquiere de manera sobrenatural, verdad a la que no podemos llegar por nuestra sola razón, entonces la oración del Padrenuestro adquiere una plenitud de gozo en el alma que únicamente puede comprenderlo ese hijo de Dios al cual le es revelado esa gracia.

Así, aquella criatura elegida para recibirla, sin mérito alguno de su parte, siente el consuelo más grande que se pueda experimentar y retumba en su corazón y en su mente las palabras del bautismo del Señor “ese es mi hijo predilecto en quién me complazco”…, quedando el alma arrebatada de una alegría insuperable y una santa soberbia de que somos divinos como el Hijo Unigénito, pues hemos sido elegidos por El, con El y en El a formar parte del reino de los cielos, a ostentar el gran título de Príncipe heredero del Rey Celestial.

Al arraigarse en lo más profundo del alma esa gracia de la filiación divina nos hacemos otro Cristo, el mismo Cristo y por lo tanto concordamos con el discípulo amado cuando dice “mirad que amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios ¡y lo somos!(1Jn3,1). Y es justamente de ese amor que nos tiene el Padre y que San Pablo refiere al decir “la caridad ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha dado” (Rom 5,5), que brota, como herencia directa, la virtud de la caridad cuando nos sabemos hijos de Dios, cuando se abren los sentidos del alma a la grandeza de la filiación divina.

De ahí que esa caridad que abruptamente despierta, hace brotar un grito de alabanza del alma al mundo ¡Soy hijo de Dios, Bendito seas Señor!, o talvez un clamor como el de San José María Escrivá de Balaguer que en revelación preclara sobre su filiación divina repetía incansablemente ¡Abbá Pater! y entonces nos sentimos capaces de todo, pues estamos abarcados por el TODO y en esa plenitud de gozo, los desapegos y los abandonos ya no nos cuestan; las seguridades en los bienes terrenales carecen de relevancia; la penitencia, el ayuno y la oración brotan como fuente de agua sin cesar y subimos al caballo de la lucha e izamos la bandera de la filiación divina tal Juana de Arco, seguros de poder luchar contra lo imposible, pues el estratega del combate, el guía que acompaña el camino y dirige el alma arrebatada de amor al Padre es el Creador, el dueño de todo lo terreno y celestial, el Inmortal y Omnipotente, Superior a todo, que nada puede contener. Entonces, apresurados con el recipiente vacío, corremos a recibir la santa eucaristía para confirmar cada día la filiación divina cuando unimos nuestro frágil y miserable cuerpo al cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo Jesús, gozándonos de una plenitud que solo aquellos que se saben hijos de Dios pueden disfrutar a conciencia sobrenatural, anticipando en el exilio, que es esta tierra donde vivimos, el banquete de la Vida del que disfrutaremos como Príncipes herederos de la Jerusalén celestial, nuestra patria eterna.

Así fortalecidos por esa gracia y en pleno ejercicio del título de hijos de Dios, tenemos la fortaleza de echarnos a la espalda la santa cruz, cargar con ella en elevado espíritu guerrero y si fuese necesario-con el deseo santo del martirio por amor al Padre- avanzar el vía crucis, quedando en el alma la certeza de que ese Padre amoroso no nos abandonará, que actúa como la mejor de las madres y nos trata como hijos únicos, tesoro preciado que nadie puede arrebatarle, dándonos las fuerzas suficientes para confiar y abandonarnos en El, seguros de que la victoria es Suya y será compartida al final de la cruz con una gran fiesta en el cielo, cuyo trofeo es sentarnos a la derecha del Rey, de compartir la comunión de los santos, de ver cara a cara a nuestro progenitor, en la plenitud de Cristo Jesús.

Librada la batalla, ganado el combate en la caridad, llega el descanso merecido, la alegría del reconocimiento de que somos hijos de Dios Padre Nuestro y por lo tanto herederos de la gloria y podemos al final unir nuestras voces con el Apóstol cuando dice ”Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? (Rom 8,31).

jmv.pvj@codetel.net.do
Bibliografía consultada:
1.-Ratzinger, Joseph. Benedicto XVI “Jesús de Nazaret”. Editora Planeta. Colombia. Agosto 2007.
2.- Aquino, santo Tomás. Suma de Teología II. Parte I-II Editora Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). 4ta. Impresión. Septiembre del 2005-Madrid.

3.-Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio. Libreria Editrice Vaticana. Paulinas, Perú 2005.
4.-Liturgia de las Horas II.
5.-Fernández-Carvajal, Francisco. “Hablar con Dios”. Tomo I. Editora Paloma. Madrid, 2003.
6.-Biblia de Jerusalén. Nueva edición Revisada y Aumentada. Editorial Desclée de Brower, S.A. 1998.
7.-Homilías de San José María Escrivá de Balaguer. “La Conversión de los hijos de Dios”, “Vida de oración”, “Tras los pasos del Señor”.

sábado, 29 de marzo de 2008

Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia



Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

"En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres.

Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia" ..... " (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000. Por designio del Papa Juan Pablo II, este domingo se llama Domingo de la Divina Misericordia. Se trata de algo que va mucho más allá que una devoción particular. Como ha explicado el Santo Padre en su encíclica Dives in misericordia, la Divina Misericordia es la manifestación amorosa de Dios en una historia herida por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras: “Miseria” y “Cor”. Dios pone nuestra mísera situación debida al pecado en su corazón de Padre, que es fiel a sus designios. Jesucristo, muerto y resucitado, es la suprema manifestación y actuación de la Divina Misericordia. «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16) y lo ha enviado a la muerte para que fuésemos salvados. «Para redimir al esclavo ha sacrificado al Hijo», hemos proclamado en el Pregón pascual de la Vigilia. Y, una vez resucitado, lo ha constituido en fuente de salvación para todos los que creen en Él. Por la fe y la conversión acogemos el tesoro de la Divina Misericordia.

Indulgencias en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia:

"Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti")".

LA DIVINA MISERICORDIA

"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por los pecados nuestros y del mundo entero. Por Su Dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero" (Diario, 476).

A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi Misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen” (Diario, 1521
El Diario fue escrito por Santa Faustina en polaco. Los Padres Marianos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, en Stockbridge, Massachussets, EUA (*). publicaron una bella y fidedigna "Deseo que el mundo entero conozca Mi Misericordia" (Diario, 687)Deseo que el mundo entero conozca Mi Misericordia" (Diario, 687)
"Oh Inconcebible e Insondable Misericordia de Dios, ¿quién te puede adorar y exaltar de modo digno? Oh Sumo Atributo de Dios Omnipotente, Tú eres la dulce esperanza de los pecadores" (Diario, 951).

El Señor me dijo: “Hija mía, no dejes de proclamar Mi Misericordia para aliviar Mi Corazón, que arde del fuego de Compasión por los pecadores. Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi Misericordia insondable, de la Compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi Misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen.” (Diario, 1521)



"Oh Inconcebible e Insondable Misericordia de Dios, ¿quién te puede adorar y exaltar de modo digno? Oh Sumo Atributo de Dios Omnipotente, Tú eres la dulce esperanza de los pecadores" (Diario, 951).

El Señor me dijo: “Hija mía, no dejes de proclamar Mi Misericordia para aliviar Mi Corazón, que arde del fuego de Compasión por los pecadores. Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi Misericordia insondable, de la Compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi Misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen.” (Diario, 1521

LA DEVOCIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA


"...El Dios de la Creación se revela como Dios de la Redención, como Dios que es fiel a Sí mismo, (Cf. 1 Tes 5, 24) fiel a su Amor al hombre y al mundo, ya revelado el día de la Creación. El Suyo es Amor que no retrocede ante nada de lo que en Él mismo exige la justicia. Y por esto al Hijo «a quien no conoció el pecado le hizo pecado por nosotros para que en Él fuéramos justicia de Dios». (2 Cor 5, 21; cf. Gál 3, 13.9) Si «trató como pecado» a Aquel que estaba absolutamente sin pecado alguno, lo hizo para revelar el Amor que es siempre más grande que todo lo creado, el Amor que es Él mismo, porque «Dios es Amor». (1 Jn 4, 8.16). Y sobre todo el Amor es más grande que el pecado, que la debilidad, que la «vanidad de la creación», más fuerte que la muerte; es Amor siempre dispuesto a aliviar y a perdonar, siempre dispuesto a ir al encuentro con el hijo pródigo,siempre a la búsqueda de la «manifestación de los hijos de Dios», (Rom 8, 19) que están llamados a la gloria. Esta Revelación del Amor es definida también Misericordia (Cf. Santo Tomás, Summa Theol. III, q. 46, a. l ad 3.),y tal Revelación del Amor y de la Misericordia tiene en la historia del hombre una forma y un nombre: se llama Jesucristo..." (Redemptor Hominis, 9)

"..La Misericordia Divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo Crucificado y Resucitado: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona", pedirá Jesús a Sor Faustina (Diario, 374). Cristo derrama esta Misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu que, en la Trinidad, es la Persona-Amor. Y ¿acaso no es la Misericordia un "segundo nombre" del Amor (cf. Dives in Misericordia, 7), entendido en su aspecto más profundo y tierno, en su actitud de aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón?

Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de sor Faustina Kowalska. La Divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió Su Mensaje de Misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el Mensaje de la Misericordia.

Jesús dijo a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la Misericordia Divina" (Diario, 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el Evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo..." (Siervo de Dios Juan Pablo II.Homilía durante la Canonización de la Beata María Faustina Kowalska, punto 2)

"La Iglesia proclama la verdad de la Misericordia de Dios, revelada en Cristo Crucificado y Resucitado, y la profesa de varios modos. Además, trata de practicar la misericordia para con los hombres a través de los hombres, viendo en ello una condición indispensable de la solicitud por un mundo mejor y «más humano», hoy y mañana. Sin embargo, en ningún momento y en ningún período histórico —especialmente en una época tan crítica como la nuestra—la Iglesia puede olvidar la oración que es un grito a la Misericordia de Dios ante las múltiples formas de mal que pesan sobre la humanidad y la amenazan. Precisamente éste es el fundamental derecho-deber de la Iglesia en Jesucristo: es el derecho-deber de la Iglesia para con Dios y para con los hombres. La conciencia humana, cuanto más pierde el sentido del significado mismo de la palabra «misericordia», sucumbiendo a la secularización; cuanto más se distancia del misterio de la misericordia alejándose de Dios, tanto más la Iglesia tiene el derecho y el deber de recurrir al Dios de la Misericordia «con poderosos clamores» (Cfr. Heb 5, 7).Estos poderosos clamores deben estar presentes en la Iglesia de nuestros tiempos, dirigidos a Dios, para implorar Su Misericordia, cuya manifestación ella profesa y proclama en cuanto realizada en Jesús Crucificado y Resucitado, esto es, en el misterio pascual. Es este misterio el que lleva en sí la más completa Revelación de la Misericordia, es decir, del Amor que es más fuerte que la muerte, más fuerte que el pecado y que todo mal, del amor que eleva al hombre de las caídas graves y lo libera de las más grandes amenazas...." (Dives in Misericordia, 15)

"...A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor Resucitado le ofrece como don Su Amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un Amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina! Señor, que con Tu Muerte y Resurrección revelas el Amor del Padre, creemos en Ti y con confianza te repetimos hoy: ¡Jesús, confío en Ti, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero! ..." (Juan Pablo II. Ángelus "postumo" . Domingo de la Divina Misericordia. 3 de abril de 2005)


La devoción a la Divina Misericordia nos llama a una comprensión de que el Amor de Dios no tiene límites y que está disponible a todos, especialmente al pecador más grande: "Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi Misericordia" (Diario de Santa Faustina, 723).

Los aspectos esenciales de la Devoción a la Divina Misericordia son los siguientes::
PONER NUESTRA CONFIANZA EN DIOS

TENER SIEMPRE UNA ACTITUD MISERICORDIOSA CON LOS DEMÁS

INVOCAR LA DIVINA MISERICORDIA

PROPAGAR LA DEVOCIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA

La historia del origen y de la difusión del mensaje de la Divina Misericordia y de su devoción por todo el mundo, resulta ser fascinante. Comprende apariciones y revelaciones extraordinarias, respuestas milagrosas a oraciones, una escapada dramática de una Polonia devastada por la guerra, una prohibición temporal del culto por la Iglesia (1958 a 1978) y el fuerte apoyo del Papa Juan Pablo II, que muy probablemente será llamado por los historiadores "Papa de la Divina Misericordia." .

viernes, 21 de marzo de 2008

Novena a la Divina Misericordia


Novena a la Divina Misericordia


Dijo el Señor a Sor Faustina:

"Deseo que durante esos nueve días encamines almas hasta el manantial de Mi Misericordia para que encuentren allì la fortaleza, el refugio y toda aquella gracia que necesiten en las penalidades de la vida y especialmente en la hora de la muerte. Cada día traerás a Mi Corazón un grupo de almas diferente y las sumergirás en el océano de Mi Misericordia y Yo conduciré a todas esas almas a la mansión de Mi Padre (…) Todos los días implorarás a Mi Padre gracias para esas almas en atención a los méritos de mi amarga Pasión."


Jesús quiere que la Fiesta de la Misericordia vaya precedida de una novena, que puede hacerse con el Rosario a la Misericordia.

Comienza el Viernes Santo.

PRIMER DÍA

Hoy, tráeme a todo el género humano, especialmente a los pecadores y sumérgelos en el océano de Mi misericordia. De esta forma me consolarás de la honda pesadumbre en que me sume la pérdida de las almas.

Misericordioso Jesús, cuya naturaleza es la de tener compasión de nosotros y perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en Tu bondad infinita. Acógenos en la morada de tu Piadosísimo Corazón y no permitas que salgamos jamás de él. Te lo pedimos por el amor que te une al Padre y al Espíritu Santo.

Padre Eterno, vuelve Tu compasiva mirada hacia todo el género humano y en especial hacia los pobres pecadores, todos unidos en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Por los méritos de Su dolorosa Pasión, muéstranos Tu misericordia, para que alabemos la omnipotencia de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


SEGUNDO DÍA

Hoy, tráeme las almas de los sacerdotes y religiosos y sumérgelas en Mi misericordia insondable. Fueron ellas las que me dieron fortaleza para soportar hasta el fin las amarguras de Mi Pasión. A través de ellas, como a través de canales, mi misericordia fluye hacia los hombres..

Misericordiosísimo Jesús, de quien procede toda bondad, multiplica Tus gracias sobre las religiosas consagradas a Tu servicio, para que puedan hacer obras dignas de misericordia; y que todos aquellos que las vean glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el cielo.

Padre eterno, cuelve Tu mirada misericordiosa hacia el grupo elegido en Tu viña - hacia las almas de sacerdotes y religiosos-; dótalos con la fortaleza de Tus bendiciones. Por el amor del Corazón de Tu Hijo, en el cual están unidos, impárteles Tu poder y Tu luz, para que guíen a otros en el camino de la salvación y con una sola voz canten alabanzas a tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


TERCER DÍA

Hoy, tráeme a todas las almas devotas y fieles, y sumérgelas en el océano de Mi misericordia. Ellas me confortaron a lo largo del Vía Crucis. Fueron gota de consuelo en un océano de amargura.

Misericordiosísimo Jesús, del tesoro de Tu misericordia distribuye Tus gracias a raudales entre todos y cada uno de nosotros. Acógenos en el seño de Tu Compasivísimo Corazón y no permitas que salgamos nunca. Te imploramos esta gracia en virtud del más excelso de los amores: aquel con el que Tu corazón arde tan fervorosamente por el Padre Celestial.

Padre Eterno, vuelve Tu piadosa mirada hacia las almas fieles, pues que guardan el legado de Tu Hijo. Por los méritos y dolores de Su Pasión, concédeles tu bendición y tenlos siempre bajo Tu tutela. Que nunca claudique su amor o pierdan el tesoro de nuestra Santa Fe, sino que, con todo el ejército de Ángeles y Santos, glorifiquen tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


CUARTO DÍA

Hoy, tráeme a los que no creen en Mí y a los que todavía no me conocen. Pensaba en ellos durante las angustias de Mi Pasión y su futuro fervor servía de consuelo a Mi Corazón. Sumérgelos en el océano de Mi misericordia.

Piadosísimo Jesús, Tú que eres la Luz del género humano, recibe en la morada de Tu corazón lleno de compasión, las almas de aquellos que todavía no creen en ti, o que no te conocen. Que los rayos de Tu gracia los iluminen para que también, unidos a nosotros, ensalcen tu maravillosa misericordia; y no los dejes salir de la morada de Tu corazón desbordante de piedad.

Padre Eterno, vuelve tu Piadosa mirada a las almas de aquellos que no creen en Tu Hijo, y las de aquellos que todavía no te conocen, pero anidan en el Compasivo Corazón de Jesús. Aproxímales a la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellos ensalcen la generosidad de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA

QUINTO DÍA

Hoy, tráeme las almas de los hermanos separados y sumérgelas en el océano de Mi misericordia. Durante las angustias de Mi Pasión desgarraron Mi Cuerpo y Mi Corazón, es decir, mi Iglesia. Amedida que se reincorporan a Ella, Mis heridas cicatrizan, y de esta forma sirven de bálsamo a Mi Pasión.

Misericordiosísimo Jesús, que eres la Bondad misma, no niegues la luz a aquellos que Te buscan. Recibe en el seno de Tu corazón desbordante de piedad las almas de nuestros hermanos separados. Encamínalos, con la ayuda de Tu luz, a la unidad de la Iglesia, y no los dejes marchar del cobijo de Tu Compasivo Corazón, todo amor; sino haz que también ellos lleguen a glorificar la generosidad de Tu misericordia.

Padre Eterno, vuelve tu piadosa mirada hacia las almas de nuestros hermanos separados, especialmente hacia las almas de aquellos que han malgastado Tus bendiciones y abusado de Tus gracias, manteniéndose obstinadamente en el error. También a ellos da cobijo el corazón misericordiosísimo de Jesús; no mires sus errores, sino el amor de Tu Hijo y los dolores de la Pasión que sufrió y que aceptó por su bien. Haz que glorifiquen Tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


SEXTO DÍA

Hoy, tráeme las almas mansas y humildes y las almas de los niños pequeños y sumérgelas en Mi misericordia. Son estas las almas más parecidas a Mi Corazón. Me proporcionaron fortaleza durante Mi amarga agonía, pues que las veía como Ángeles Terrestres, velando junto a Mis altares. Derramo sobre ellas gracias torrenciales, porque sólo el alma humilde es capaz de recibir Mi gracia. Distingo a las almas humildes con Mi confianza.

Misericordiosísimo Jesús, que dijiste: Aprended de mí que soy manso y humilde de Corazón. Acoge en seno de Tu Corazón desbordante de piedad a todas las almas mansas y humildes y las de los niños pequeños. Estas almas son la delicia de las regiones celestiales y las preferidas del Padre Eterno, pues se recrea en ellas muy particularmente. Son como un ramillete de florecillas que despidieran su perfume ante el trono de Dios. El mismo Dios se embriaga con su fragancia. Ellas encuentran abrigo perenne en Tu Piadosísimo Corazón, Oh Jesús, y entonan, incesantemente himnos de amor y gloria.

Padre Eterno, vuelve Tu mirada llena de misericordia hacia estas almas mansas, hacia estas almas humildes y hacia los niños pequeños acurrucados en el seno del corazón desbordante de piedad de Jesús. Estas almas se asemejan más a Tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra hasta alcanzar Tu Trono, Señor. Padre de misericordia y bondad suma, Te suplico, por el amor que Te inspiran estas almas y el gozo que Te proporcionan: Bendice a todo el género humano, para que todas las almas a la par entonen las alabanzas que a Tu misericordia se deben por los siglos de los siglos. Amén.

CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


SÉPTIMO DÍA

Hoy, tráeme las almas que veneran y glorifican especialmente Mi misericordia y sumérgelas en Mi misericordia. Ellas sintieron los sufrimientos de Mi Pasión y penetraron en Mi espíritu más profundamente que ninguna otra. Son vivo reflejo de Mi piadoso corazón, y resplandecerán con esplendor especial en la vida futura. Ninguna de ellas sufrirá el tormento del fuego eterno, porque las defenderé con particular empeño a la hora de la muerte.

Misericordiosísimo Jesús, cuyo Corazón es el amor mismo, recibe en el seno de Tu corazón piadosísimo las almas de aquellos que de una manera especial alaban y honran la grandeza de Tu misericordia. Son poderosas con el poder de Dios mismo. En medio de las dificultades y aflicciones siguen adelante, confiadas en Tu misericordia; y unidas a Ti, Oh Jesús, portan sobre sus hombros a todo el género humano; por ello no serán juzgadas con severidad, sino que Tu misericordia las acogerá cuando llegue el momento de partir de esta vida.

Padre Eterno, vuelve Tu mirada sobre las almas que alaban y honran Tu Atributo Supremo, Tu misericordia infinita, guarecidas en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Estas almas viven el Evangelio con sus manos rebosantes de obras de misericordia y su corazón, desbordantes de alegría, entona cantos de alabanza a Ti, Altísimo Señor, exaltando tu misericordia. Te lo suplico Señor: Muéstrales Tu misericordia según la esperanza y la confianza en Ti depositada. Que se cumpla en ellas la promesa hecha por Jesús, al expresarles que durante su vida, pero sobre todo a la hora de la muerte, aquellas almas que veneraron Su infinita misericordia, serían asistidas por Él, pues ellas son su gloria. Amén.

CORONILLADE LA DIVINA MISERICORDIA


OCTAVO DÍA

Hoy, tráeme las almas que están detenidas en el purgatorio y sumérgelas en las profundidades de Mi misericordia. Que Mi Sangre, cayendo a chorros, apacigüe las llamas en que se abrasan. Todas estas almas me son muy queridas. Ellas pagan el castigo que se debe a Mi justicia. En tu poder está socorrerlas. Saca todas las indulgencias del tesoro de Mi Iglesia y ofrécelas por ellas. Oh, si supieras qué tormentos padecen, ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con Mi justicia.

Misericordiosísimo Jesús, que exclamaste ¡misericordia! introduzco ahora en el seno de Tu Corazón desbordante de misericordia las almas del purgatorio, las almas que tanto aprecias pero que, no obstante, han de pagar su culpa. Que el manantial de Sangre y Agua que brotó de Tu Corazón apague las llamas purificadoras para que, también allí, el poder de Tu misericordia sea glorificado.

Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a estas almas que padecen en el purgatorio y que Jesús acoge en Su corazón, desbordante de piedad. Te suplico, por la dolorosa Pasión que sufrió Tu Hijo, y por toda la amargura que anegó Su sacratísima alma: Muéstrate misericordioso con las almas que se hallan bajo Tu justiciera mirada. No las mires de otro modo, sino sólo a través de las heridas de Jesús, Tu Hijo bienamado; porque creemos firmemente que Tu bondad y compasión son infinitas. Amén.

CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


NOVENO DÍA

Hoy, tráeme las almas tibias y sumérgelas en las profundidades de Mi misericordia. Ellas laceraron, las que más, Mi corazón. Por su indiferencia Mi alma padeció un terrible hastío en el Huerto de los Olivos. Ellas me hicieron gritar: 'Padre, si quieres, aparte de Mi este cáliz'. La última esperanza de salvación para ellas estriba en apelar a Mi misericordia.

Piadosísimo Jesús, que eres la piedad misma. Traigo hoy al seno de Tu Compasivo Corazón a las almas enfermas de tibieza. Que el puro amor que Te inflama encienda en ellas de nuevo la llama de Tu amor, y no vuelva el peso muerto de su indiferencia a brumarte con su carga. Oh Jesús, todo compasión, ejerce la omnipotencia de Tu Misericordia y atráelas a Ti, que eres llama de amor viva y haz que ardan con santo fervor, porque Tú todo lo puedes.

Padre Eterno, mira con ojos misericordioso a estas almas que a pesar de todo, Jesús cobija en el seno de Su corazón lleno de piedad. Padre de Misericordia, te ruego, por los sufrimientos que Tu Hijo padeció, y por Sus tres largas horas de agonía en la Cruz: que ellas también glorifiquen el mar sin fondo de Tu misericordia. Amén.
CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA


Coronilla de la Divina Misericordia


Se comienza con:
Un Padrenuestro…
un Ave María…
y el Credo.

Se inicia cada decena así:

"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, Señor Nuestro Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero."
(Normalmente, si dos o más personas rezan juntas la Corona, esta parte la dice el que dirige).

Se implora al Padre Eterno 10 veces, en cada decena:

"Por Su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero."
(Normalmente, si dos o más personas rezan juntas la Corona, la persona que dirige dice: "Por Su Dolorosa Pasión" y la(s) otra(s) persona(s) contesta(n) la parte final "…ten misericordia de nosotros y del mundo entero.")

Al final de cada decena, se repite tres veces:

"Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal,

ten misericordia de nosotros y del mundo entero".

Para terminar, se reza un Salve a la Virgen.

JACULATORIA FINAL:

"Oh Sangre y Agua que brotasteis del Corazón de Jesús como una fuente de misericordia para nosotros, en Vos confío".

lunes, 17 de marzo de 2008

Una mujer precedió a los Evangelistas


Una mujer precedió a los Evangelistas

P. João Scognamiglio Clá Dias, E.P.

~ Evangelio ~
El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio removida la piedra del sepulcro.
Echó a correr y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó antes al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos caídos, pero no entró.
Tras él llegó Simón Pedro; entró en el sepulcro y vio los lienzos extendidos, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no extendido con los lienzos, sino enrollado aparte, en su sitio.
Entró entonces también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, y vio y creyó.
Pues todavía no habían entendido que, según la Escritura, debía resucitar de entre los muertos (Jn 20, 1-9)



I – Victoria de Cristo sobre la muerte

“Este es mi hijo muy amado en quien he puesto mi complacencia…” (Mt 17, 5). Este amor infinito del Padre a su Hijo Unigénito sería suficiente para obrar su resurrección, pero además intervino en ella el brillo de la justicia divina, según Sto. Tomás de Aquino: “A ésta pertenece exaltar a los que se humillan por causa de Dios, según aquello (Lc 1, 52): ‘Destronó a los poderosos y ensalzó a los humildes'. Por eso, ya que Cristo, a causa del amor y obediencia a Dios, se humilló hasta la muerte de cruz, era preciso que fuera ensalzado por Dios hasta la resurrección gloriosa” 1.

Litúrgicamente ha sido posible presenciar otra vez, imbuidos de adoración durante la semana de Pasión, la aparente victoria de la muerte en el Calvario. Todos los que pasaban por ahí podían comprobar la “derrota” de Quien había manifestado tanto poder, no sólo en las incalculables curaciones, sino también en su paseo sobre las aguas o las dos veces que multiplicó los panes.

Los mares y los vientos le obedecían, y hasta los mismos demonios eran desalojados y expulsados por determinación suya. El mismo que había prodigado tantos milagros era crucificado entre dos ladrones; y ante sus extremos sufrimientos, “los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ‘Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!' Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: ‘A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: ‘Soy Hijo de Dios'” (Mt 27, 39-43).

Pero la manera en que había sido quitada la piedra del sepulcro y la desaparición de los guardias eran por sí mismas una prueba sensible de la derrota sobre la muerte, como el propio san Pablo comenta: “La muerte ha sido devorada en la victoria.¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Cor, 15, 55). Los hechos subsiguientes dejaron todavía más en claro la triunfante resurrección de Cristo, y por eso los prefacios de Pascua cantan sucesivamente:
“Muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida” (I). “En su muerte murió nuestra muerte y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos” (II). “Inmolado en la cruz, venció a la muerte y, una vez muerto, vive para siempre”(III). “Destruida la antigua situación de pecado, en Cristo se nos otorga la integridad de la vida” (IV).
Esas frases conforman una secuencia de afirmaciones proclamando la victoria de Cristo, no sólo sobre su propia muerte, sino también sobre la nuestra. Él es la cabeza del Cuerpo Místico, y habiendo resucitado, necesariamente acarreará nuestra propia resurrección, garantizada por su presencia en el Cielo, por más que ahora estemos sometidos al imperio de la muerte. En forma paradójica, ese sepulcro abierto con violencia desde su interior dio a la muerte un significado opuesto, convirtiéndola en el símbolo de la entrada en la vida. Cristo quiso “aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo”, para así “libertar a cuantos estaban de por vida sometidos a esclavitud” (Heb 2, 14.15).

El alma de san Pablo desborda de alegría frente a la realidad de la Resurrección de Cristo. En ella encontramos nuestro triunfo sobre la muerte, tal como él lo dice: “Y como en Adán todos murieron, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Cor 15,22); “…ha resucitado de entre los muertos como primicia de los que durmieron. Porque como por un hombre vino la muerte, también por un hombre vino la resurrección de los muertos” (1 Cor 15,20-21).
En la Resurrección vemos cumplida en Jesús la profecía que había hecho él mismo poco antes de su Pasión: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera” (Jn 12,31). De hecho, para hablar con propiedad, el cumplimiento de esta profecía se inició durante los cuarenta días de retiro en el desierto y fue prolongándose paso a paso durante su vida pública al expulsar a los demonios que encontraba en el camino, llegando al ápice en su Pasión: “Y despojando a principados y potestades, los sacó valientemente a la vergüenza, triunfando de ellos en la cruz” (Col 2,15).

Posteriormente no sólo el demonio fue derrotado, sino también el mundo: innumerables paganos empezaron a convertirse y muchos dieron su propia vida para defender la cruz, animados por las luces de la resurrección del Salvador. Por ella, fueron recibidos en el Cuerpo Místico todos los bautizados que, revitalizados por la gracia y sin dejar de estar incluidos en el mundo, perpetuaron el triunfo de Cristo: “Confiad, Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Por tanto, se trata de una victoria ininterrumpida, dueña del mismo fulgor rutilante que en el día de su resurrección, sin la menor sombra de disminución. Con la redención, Cristo clausuró las puertas del seno de Abrahán después de liberar a las almas que esperaban en él la entrada a la dicha de la gloria eterna.

“Hæc est dies quam fecit Dominus. Exultemus et lætemur in ea! 2


María Magdalena vivía embriagada de amor a Cristo y
por eso no podía refrenar su ansia de adorar y perfumar su
sagrado cuerpo.
Esas son algunas consideraciones que facilitan comprender por qué la Pascua de Resurrección es la fiesta de las fiestas, la solemnidad de las solemnidades, ya que el misterio en ella presente se cuenta entre los más importantes para la historia de la cristiandad, tal como afirma san Pablo: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana también nuestra fe” (1 Cor 15,14).

Por eso, en los albores de la Iglesia se consideraba a este período como el más importante del año entero. Los fieles se apiñaban en la Basílica de San Juan de Letrán para asistir a las ceremonias y era muy común entre ellos el cumplimiento con fórmula del “aleluya”. Hoy en día, a medida que palidecen las majestuosas conmemoraciones que dejaron su huella en los siglos, infelizmente se deterioró también el sabor de la gran importancia de las solemnidades pascuales.

La alegría será la nota dominante de esta celebración y se hará presente en los cantos, la vestimenta sacerdotal, el incienso y la liturgia misma. Si bien todos los domingos del año están dedicados al Señor, desde las eras más antiguas la Iglesia ha celebrado con júbilo especial el de la Resurrección; y tanto es su regocijo, que siempre lo extendió a cincuenta días seguidos, como comentaba Tertuliano: “Añadid todas las solemnidades de los gentiles, y no llegaréis a nuestros cincuenta días de la Pascua” 3.

Además, podemos asegurar que la Resurrección es la fiesta de nuestra esperanza, porque en ella encontramos no sólo el extraordinario triunfo de Cristo, sino también el nuestro. Pues, si él se levantó de entre los muertos, lo mismo sucederá con nosotros. Teniendo en vista este futuro triunfo, se nos convida desde ya a que abandonemos los apegos a este mundo, sin mirar para atrás, fijando nuestra atención en los absolutos celestiales, como nos aconseja el Apóstol con estas palabras seleccionadas para la liturgia de este domingo, en su segunda lectura: “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él” (Col 3, 1-4).

El depósito de fe que nos legaron Jesús y los apóstoles acerca de este fundamental acontecimiento escatológico, es corroborado por estas palabras de Sto. Tomás de Aquino: “Al ver resucitar a Cristo, que es nuestra cabeza, esperamos que también resucitaremos nosotros. Así es como se dice: ‘Si de Cristo se predica que ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo entre vosotros dicen algunos que no hay resurrección de los muertos?' [1 Cor 15,12]” 4. Y con eso tenemos una maravilla más para promover la exultación de nuestro instinto de conservación; instinto que logrará su plena realización en el fin de los tiempos, proporcionándonos la verdadera y eterna felicidad, garantizada por el propio Cristo Resucitado.

II – “Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse…” 5

María Magdalena, la que amaba más fervientemente al Señor
1 El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio removida la piedra del sepulcro.

“Para el amor no hay imposible”, dijo santa Teresita del Niño Jesús. María Magdalena vivía embriagada de amor a Cristo y por eso no podía refrenar su ansia de adorar y perfumar su sagrado cuerpo. Se despertó de madrugada y, bajo la luz plateada de la luna, se dirigió al Santo Sepulcro: “No cabe duda que Maria Magdalena era la que más fervientemente amaba al Señor de entre todas las mujeres que lo habían amado; de modo que no sin razón San Juan hace sólo mención de ella sin nombrar a las otras que con ella fueron, como aseguran los otros Evangelistas” 6.

San Juan, además de haber escrito este relato mucho después que los demás evangelistas, debe ser el más objetivo al afirmar que el Sol aún no había despuntado. Hay varios comentarios al respecto, como el de san Gregorio: “Con razón se dice: ‘Cuando aún era de noche', porque, en efecto, María buscaba en el sepulcro al Creador del universo, que ella amaba, y porque no le encontró le creyó robado; y por consiguiente encontró tinieblas cuando llegó al sepulcro” 7.

Hermoso ejemplo para nosotros. Magdalena buscaba el adorable cuerpo de Jesús,


Por espíritu de obediencia, respeto y veneración, el Discípulo Amado se mantuvo en el umbral del sepulcro hasta la llegada de San Pedro.
yaciente en el sepulcro; a nosotros se nos concedió la inmensa gracia de recibirlo vivo en su estado de gloria. ¿Será que tenemos la misma y empeñosa solicitud y devoción en buscar a Jesús en la Eucaristía, apenas despertamos?

San Mateo relata con más detalle los antecedentes de esta llegada de María Magdalena a la tumba del Señor, mencionando el terremoto debido a la llegada de un ángel, en el fulgor de un relámpago, para quitar la piedra, y el consiguiente desmayo de los guardias por puro terror (cf. Mt 28,2-4).

Heraldo de la buena nueva de la Resurrección

Echó a correr y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto».

“Pedro y Juan representan la autoridad y el amor, la fuerza del gobierno y de la caridad. La Magdalena va a Pedro y Juan, en la congoja que de ella se ha apoderado a la vista del sepulcro abierto, a buscar dirección y sostén. Es una mujer amantísima del Señor, pero se reconoce incapaz de juzgar y resolver el asunto gravísimo que sus mismos ojos han planteado a su espíritu. Por ello busca la luz del consejo y el amparo de la caridad. En nuestras dudas, sobre todo en lo que ataña a cosas de fe, acudamos a los oficios de los que son de ella custodios natos, y que por su jerarquía serán nuestros guías y con entrañas de amor sostendrán nuestro espíritu” 8.

Por una determinación divina, la predicación del Evangelio desde su nacimiento fue encomendada a los hombres. Sin embargo, la Historia registra algunas pocas pero conmovedoras excepciones, como la que contiene el presente versículo. Se trata de la primera y fundamental verdad del evangelio; para comunicársela a los apóstoles, Dios no eligió un ángel, ni siquiera a un hombre. María Magdalena será el heraldo de la buena nueva de la resurrección del Señor. En seguida se repetirá esa evangelización a través de las otras santas mujeres.

San Agustín afirma con mucha propiedad: “Ama et quod vis fac” (“Ama y haz lo que quieras”). En ese acto de “imprudencia” yendo al sepulcro del Señor —todavía de madrugada, sin preocuparse de los guardias ni de la piedra que sacar, sin pensar que se trata de una acción contra la ley civil e incluso contra la misma ley natural— esas mujeres cumplen otro precepto: un mandamiento del amor, o sea, en la práctica realizan las palabras dejadas por Cristo. Todo se les perdona a ellas por el hecho de actuar con puro amor. El amor propio está ausente de sus almas. Cuando Dios se topa con el verdadero amor a Jesucristo, su Unigénito, él mismo se hace cargo de limpiar las manchas tan comunes a las acciones ejecutadas por la naturaleza humana decaída, transformándolas desde imperfectas e imprudentes a obras de santa y meritoria osadía.

Por eso, cuando san Juan relató el acontecimiento, “no privó a la mujer de esta gloria, ni creyó indecoroso que [ambos apóstoles] supieran por ella la primera noticia. Por su palabra van ellos con mucha solicitud a reconocer el sepulcro” 9.

Magdalena da su información usando el verbo en plural: “…y no sabemos”, lo cual demuestra que la descripción se armoniza con la de los demás evangelistas, puesto que san Juan intenta completar el relato que han hecho. Por tanto, Magdalena estaba acompañada por las otras santas mujeres.

Llegada de san Pedro y san Juan

Salieron Pedro y el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro.

Los dos apóstoles se vieron en la obligación de certificar un suceso tan dramático como inusitado. Según san Gregorio, bajo un punto de vista místico, Pedro y Juan simbolizan a la Santa Iglesia y a la Sinagoga respectivamente.

Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó antes al sepulcro.

Magdalena contagió a los apóstoles con su amor desmedido, y ellos, asociados a los mismos sentimientos de amor, temor y esperanza, parten llenos de ánimo. Ambos corrían, pero el “discípulo amado” llegó con anticipación.
Inclinándose vio los lienzos caídos, pero no entró.

Vale destacar la correlación y cohesión entre las virtudes tan claramente reflejadas en este episodio. Se comprendería que san Juan, ante semejante acontecimiento, ingresara al sepulcro apenas llegó para analizar la situación. La curiosidad debía ser incontrolable, pero permaneció en el umbral por espíritu de obediencia, respeto y veneración, observando de lejos la disposición de las cosas. La virginidad conservada por virtud despierta el amor a la jerarquía, la disciplina y el orden. En este momento se aprecian las primeras luces de un dorado amanecer de la sumisión, por parte de toda la cristiandad, a la más alta autoridad erigida por Cristo en la tierra: el Santo Padre, el Papa.

Tras él llegó Simón Pedro; entró en el sepulcro y vio los lienzos extendidos, 7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no extendido con los lienzos, sino enrollado aparte, en su sitio.

Estos paños eran la sábana y las fajas utilizadas para envolver el sagrado cuerpo del Salvador después de haber sido retirado de la cruz. El sudario cubría su cabeza y más especialmente el rostro, que ciertamente se imprimió sobre él. Todo hace creer que los ángeles debieron manifestar una devoción particular por esta sábana que pasaría a la Historia con el nombre de Santo Sudario; por ello, lo doblaron con cuidado y lo pusieron aparte.

San Gregorio Magno elabora consideraciones muy curiosas y dignas de aprecio acerca del relato de san Juan, contenido en estos versículos:
“Esta descripción tan detallada del Evangelista no carece de misterio. San Juan, el más joven de los dos, representa la sinagoga judaica, y Pedro, el más anciano, la Iglesia universal. Aunque la sinagoga de los judíos precedió en el culto divino, sin embargo, la multitud de los gentiles precede en el uso del siglo a la sinagoga de los judíos. Corrieron ambas juntamente, porque desde su nacimiento hasta su ocaso, aunque en distinto sentido, corren juntas. La sinagoga llegó primero al monumento, pero no entró; porque aunque entendió los mandatos de la Ley sobre las profecías de la Encarnación y Pasión y muerte del Señor, no quiso creer. Llegó después Simón Pedro y entró en el sepulcro, porque la Iglesia de las naciones, que siguió la última, creyó a Cristo muerto en su humanidad y vivo en su divinidad. El sudario, pues, de la cabeza del Señor, no fue encontrado con los lienzos, porque Dios es la cabeza de Cristo, y los misterios de su divinidad son incomprensibles a la flaqueza de nuestra inteligencia y superiores a las facultades de la naturaleza humana. Se ha dicho que el sudario se ha encontrado, no sólo separado, sino envuelto, porque el lienzo que sirve de envoltura a la cabeza divina, demuestra su grandeza en que no tiene principio ni fin. Ésta es, pues, la razón por qué se encontró solo en otro lugar, porque Dios no se encuentra entre las almas que están divididas, y sólo merecen recibir su gracia las que no viven separadas por el escándalo de las sectas. Pero como el lienzo que cubre la cabeza de los operarios sirve para enjugar el sudor, puede entenderse con el nombre de sudario la obra de Dios, que aunque permanece tranquilo e inmutable en sí mismo, manifiesta que sufre y trabaja en la dura perversidad de los hombres. El sudario que había estado sobre su cabeza y encontrado aparte, demuestra que la Pasión de nuestro Redentor es muy diversa de la nuestra, porque Él la padeció sin culpa, y nosotros por nuestros pecados; Él se ofreció a ella voluntariamente, y nosotros la sufrimos contra nuestra voluntad. Después que entró Pedro entró Juan, porque al fin del mundo la Judea entrará también en la fe del Salvador” 10.

Pruebas de la resurrección

Por lo que se veía, Magdalena había sido objetiva en su espectacular mensaje. Pero, ¿tendría razón para levantar la idea de un robo del sagrado cuerpo del Señor? ¿Cuál sería, en tal caso, el objetivo de los ladrones? ¿Cómo habrían dominado a los guardias? ¿Quién habría ejecutado dicho crimen? Y si realmente había ocurrido esto, ¿por qué quitar las sábanas, las ataduras y el sudario? Además, ¿con qué motivo doblar cuidadosamente esos tejidos? La comprobación de todos estos pormenores sería suficiente para que ellos concluyeran la maravillosa resurrección del Señor, tal como él mismo la había profetizado, esto es, al tercer día.

San Juan Crisóstomo no duda en subrayar: “Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo; ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo; y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto de cosa tan inútil” 11.

A pesar de que hoy vimos con tanta evidencia la lógica de estas minucias, en aquella ocasión los testigos no hicieron la menor reflexión y ni siquiera se acordaron de las profecías hechas por el Divino Maestro a tal propósito. Así fue la reacción de la naturaleza humana antes de Pentecostés…

Entró entonces también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, y vio y creyó.

Los autores divergen sobre la interpretación del objeto de la creencia de Juan. Algunos piensan que él consideró que las pruebas eran suficientes para creer en la resurrección del Señor. Así lo hace Teófilo, por ejemplo, cuando comenta: “Admira en Pedro la prontitud de la vida activa, y en Juan la contemplación humilde y práctica de las cosas divinas. Con frecuencia los contemplativos llegan por la humildad al conocimiento de las cosas divinas; pero los activos, guiados por su fervorosa asiduidad, llegan primero al colmo de este conocimiento” 12.

Pero para otros, Juan creyó lo dicho por Magdalena, es decir, que el Sagrado Cuerpo de Jesús había sido robado, y nada más. La ida al sepulcro habría sido útil en extremo para confirmarlos en tal idea, lo cual ciertamente confirmó también sus preocupaciones.

Pues todavía no habían entendido que, según la Escritura, debía resucitar de entre los muertos.

Para sacar todo el provecho de este versículo, escuchemos los comentarios de D. Isidro


El sudario no fue encontrado con los lienzos, porque Dios es la cabeza de Cristo, y los misterios de su divinidad son incomprensibles a la flaqueza de nuestra inteligencia y superiores a las facultades de la naturaleza humana.
Gomá y Tomás: “La Sagrada Escritura es como una carta de Dios dirigida a los hombres; pero los hombres no pueden interpretarla por sí solos: necesitan ser conducidos por la Iglesia, que es el intérprete nato y autorizado de las divinas Escrituras, para lo que tiene la luz y la asistencia del Espíritu Santo. Por esto dice Lc 24, 45, que Jesús, antes de subir a los cielos, ‘abrió la inteligencia de sus Apóstoles para que comprendiesen las Escrituras'. No presumamos, pues, leer estas regaladísimas cartas de Dios sin el sentido de Dios y sin la unión con quienes tienen la autoridad de Dios para interpretarlas. Sería condenarnos a la ignorancia, quizás a groseros errores sobre su contenido. Éste es el secreto de las caídas de quienes interpretan las Escrituras fuera de la Iglesia Católica” 13.

III – La primerísima aparición

Los evangelios callan sobre la primerísima y más importante aparición de Jesús después de su resurrección, tal vez por la discreción habitual en tantos otros pasajes. No sería demasiado pensar que, en su ilimitada humildad, la Santísima Virgen hubiera dado instrucciones muy precisas a los evangelistas en lo que a esto se refiere.

Hay un principio general de la Mariología que reserva para la Madre de Dios el privilegio de haber recibido en el grado más alto todos los dones y beneficios otorgados a los santos y que le sean convenientes. Ahora bien, no tendría sentido que el Salvador se apareciera a los apóstoles, discípulos y santas mujeres, sin haber dado primacía a la Santísima Virgen. Bien podemos concebir la grandeza de aquel encuentro entre la Madre y el Hijo resucitado… Que Ella interceda por nuestra resurrección en estado glorioso.



1) AQUINO, Sto. Tomás de: Suma Teológica III, q. 53, a. 1 a.
2) Este es el día que el Señor nos hizo. Alegrémonos y regocijémonos en él (Sal 117,24).
3) TERTUALIANUS, Quintus Septimius Florens: De idolatria, c. 14.
4) AQUINO, Sto. Tomás de: Ibidem, q. 53, a. 1 c.
5) De la 1ª lectura para este día: Hch 10, 40-41.
6) Apud AQUINO, Sto. Tomás. Catena Aurea.
7) Ibidem.
8) GOMÁ Y TOMÁS, Dr. D. Isidro: El Evangelio explicado. Barcelona, Rafael Casulleras, 1930, v. IV, p. 441.
9) CRISÓSTOMO, San Juan. Apud AQUINO, Sto. Tomás de. Catena Aurea.
10) AQUINO, Sto. Tomás de. Catena Aurea.
11) Idem, ibidem.
12) Idem, ibidem.
13) Idem, ibidem, p. 442.

El santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria

El santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria

Durante la Semana Santa podemos ganar, para nosotros o para los difuntos, el don de la Indulgencia Plenaria, si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede:

Jueves Santo

1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del Tantum Ergo («Adorad postrados»)

O BIEN.
2. Si visitamos por media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo

Si en este día asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz, en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo

Si rezamos en familia o en Comunidad el santo Rosario.

O BIEN EN LA VIGILIA PASCUAL

Vigilia Pascual

Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro santo Bautismo.

Solo una vez en el dia se puede ganar la Indulgencia Plenaria.

Para ganar la Indulgencia Plenaria, además de realizar la obra requerida, se obliga el cumplimiento de las siguientes condiciones: Confesión sacramental, Comunión Eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice.

sábado, 15 de marzo de 2008

Acoger a Maria Santisima


Acoger a María Santísima en nuestro corazón y en nuestra vida

1. A la hora del Ángelus, el pensamiento se centra hoy, al comienzo de la Semana Santa, en el Calvario, donde estaba junto a la Cruz de Jesús la Madre (cf. Jn 19, 25), y también un joven, Juan, el discípulo al que amaba Jesús (cf. Jn 19, 26), el discípulo que en la última Cena reclinó la cabeza sobre el pecho del Señor (cf. Jn 13, 25), "sacando de su seno los secretos de la sabiduría y los misterios de la piedad" (Ambrosio, De institutione virginis, 46). Él escribió y entregó a la Iglesia lo que los otros Evangelistas no dijeron: "Estaba junto a la Cruz de Jesús su Madre".

El largo, silencioso itinerario de la Virgen, que se inició con el "Fiat" gozoso de Nazaret y se cubrió de oscuros presagios en la presentación del Primogénito en el templo, encontró en el Calvario su coronamiento salvífico. "La Madre miraba con ojos de piedad las llagas del Hijo, de quien sabía que había de venir la redención del mundo" (ib., 49). Crucificada con el Hijo crucificado (cf. Gál 2, 20), contemplaba con angustia de Madre y con heroica fe de discípula, la muerte de su Dios; "consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima que Ella; misma había engendrado" (Lumen gentium, 58) para ese Sacrificio. Entonces pronunció su último "Fiat", cumpliendo la Voluntad del Padre en favor nuestro y acogiéndonos a todos como a hijos, en virtud del testamento de Cristo: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19, 26).

2. "He ahí a tu Madre", dijo Jesús al discípulo; "y desde aquella hora el discípulo la recibía en su casa" (Jn 19, 27): el discípulo acogió a la Virgen Madre como su luz, su tesoro, su bien, como el don más querido heredado del Señor. Y la amó tiernamente con corazón de hijo. "Por esto, no me maravillo -escribe Ambrosio- de que haya narrado los divinos misterios mejor que los otros aquel que tuvo junto a sí a la morada de los misterios celestes" (Ambrosio, ib., 50).

Acoged a María Santísima en vuestro corazón y en vuestra vida: que sea Ella la idea inspiradora de vuestra fe, la estrella luminosa de vuestro camino pascual, para construir un mundo nuevo en la luz del Resucitado, esperando la Pascua eterna del Reino.


Juan Pablo II

Devocion a San Jose


La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José. Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.

San Pedro Crisólogo: "José fue un homb re perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.

En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada. Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".
En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429). Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad. En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.
San Bernardino de Siena "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.
Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX. El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.
Santa Teresa de Jesús "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."
"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devocion..." -Sta. Teresa.
San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.
Bibliografía: Souvay, Charles L., Saint Joseph, Catholic Encyclopedia, Encyclopedia Press, Inc. 1913.
Foto: San José con el niño Jesús; Convento de las Visitantinas, Ciudad del Este, Paraguay

martes, 11 de marzo de 2008

– La resurrección de los muertos


I – La resurrección de los muertos por REV.Pe. Juan Cla Dias superior general de Heraldos del Evangelio

Afirma el Apóstol que Jesús resucitó “como primicias de los que durmieron” (1 Cor 15,20). San Pablo no pierde la ocasión de acentuar la importancia de la resurrección final a fin de animar a los corintios que había bautizado para que siguieran firmes en la fe, así como también en el trabajo apostólico. Según él, sin esa fe, la tendencia sería la de adoptar un sistema de vida epicúreo, relativista y libertino, de acuerdo a la expresión de Isaías: “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!” (22,13).

En el capítulo 15 de su Primera Carta a los Corintios, después de calificar como “necio” al que se detiene frente al problema de cómo y en qué condiciones resucitan los muertos, trata de aclarar en forma muy sencilla y accesible la revelación sobre la identidad sustancial de los cuerpos en esta vida terrena y los recobrados después del Juicio Final, a pesar de las enormes diferencias de propiedad y aspecto entre el muerto y el resucitado.

La comparación la toma de la naturaleza vegetal. De ésta, Pablo hace una aproximación entre la muerte del grano al ser sembrado, su posterior germinación y fructificación, con nuestro regreso a la vida en el día del Juicio. “Así también la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, y se resucita en incorrupción; se siembra en vileza, y se resucita en gloria; se siembra en debilidad, y se resucita en fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1 Cor 15, 42-44).

Nuestro cuerpo comparte los
premios y castigos del alma

Más de un milenio después de esta proclamación de Pablo, el Doctor Angélico nos dejaría una rica y profunda doctrina sobre la esencia de tal revelación. Siempre teniendo en cuenta que el alma está unida al cuerpo como forma y materia, y “como el alma es específicamente la misma, parece que debe tener también la misma materia específica. Luego, será el mismo cuerpo antes y después de la resurrección. Así pues, será menester que esté compuesto de carne y huesos, y de otras partes de la misma clase” 1.

Nuestro cuerpo resucitará porque Dios lo quiso y lo determinó así, como también por el hecho de ser parte integrante de nosotros mismos, merecedor de los premios o los castigos que quepan a nuestra alma en la medida en que haya participado en los méritos o las iniquidades de la misma. Por eso, “entre buenos y malos permanecerá una diferencia fundada en lo que pertenece personalmente a cada uno […] y como el alma merece, por sus actos personales, ser elevada a la gloria de la visión de Dios o excluida por la culpa de la ordenación a dicha gloria, se sigue en consecuencia que todo cuerpo se conformará según la dignidad del alma” 2.

Los cuerpos de los justos
se revestirán de gloria

La muerte no es sino un sueño prolongado (cf. Jn 11,11) y los cementerios, vastos dormitorios. Los que reposan en el polvo de la tierra despertarán, unos para la felicidad eterna, otros para las tinieblas y el castigo también eternos (cf. Dan 12,2). Los buenos, tan pronto como despierten, tendrán sus cuerpos en claridad. “Por la claridad del alma elevada a la visión de Dios, el cuerpo, unido al alma, obtendrá algo más, pues estará totalmente sujeto a ella por el efecto de la virtud divina, no sólo en cuanto a ser, sino además en cuanto a actos y pasiones, movimientos y cualidades corporales. Por consiguiente, así como el alma se llenará de cierta claridad espiritual al gozar de la visión beatífica, también, por cierta redundancia de la misma en el cuerpo, este último se revestirá a su manera de la claridad de la gloria” 3.

Además, los cuerpos de los buenos, en el instante de la resurrección, gozarán de agilidad. “El alma, que unida a su fin último gozará de la visión divina, experimentará el cumplimiento total de su deseo en todo. Y tal como el cuerpo se mueve según el deseo del alma, resultará que el cuerpo obedecerá absolutamente la indicación del espíritu. Por eso los cuerpos que tendrán los bienaventurados resucitados serán ágiles. Y eso es lo que dice el Apóstol en el mismo lugar (1 Cor 15,43): Sembrado en flaqueza, resucita en fortaleza. Porque la flaqueza corporal que experimentamos viene de que el cuerpo se siente incapaz de responder a los deseos del alma en los actos y movimientos que le impone; flaqueza que entonces desaparecerá totalmente, por la virtud que desborda en el cuerpo al estar el alma unida a Dios. Por eso, en la Sabiduría (3,7) se dice también de los justos que correrán como chispas en la paja, no porque tengan que moverse necesariamente, puesto que al tener a Dios no necesitan nada, sino para demostrar su poder” 4.

El cuerpo glorioso se levantará espiritualizado desde el polvo de la tierra, dotado de sutileza. “El alma que goza de Dios se unirá con Él perfectísimamente y será partícipe de su Bondad en sumo grado, de acuerdo a su propia medida; y de igual modo el cuerpo, que se someterá perfectamente al alma” 5.

La impasibilidad de los cuerpos gloriosos no permitirá la existencia de ningún defecto, dolor o mal. “El alma que goza de Dios lo tendrá todo en orden a la remoción de todo mal, no solamente actual, sino incluso el mal posible. Del actual, porque en ambos no habrá corrupción, deformidad ni defecto alguno. Del posible, porque no podrán sufrir nada que los perturbe, y por eso serán impasibles. Pero esta impasibilidad no hará exclusión de las pasiones esencialmente sensibles, porque usarán los sentidos para gozar lo que no repugna al estado de incorrupción” 6

Resurrección de los condenados

Los malos también resucitarán íntegros. “Las almas de los condenados poseen efectivamente una naturaleza buena, que fue creada por Dios; pero tendrán la voluntad desordenada y apartada de su fin propio. Por tanto, sus cuerpos, en lo que se refiere a la naturaleza, estarán reparados e íntegros, puesto que resucitarán en la edad perfecta, con todos sus miembros y sin ningún defecto ni corrupción que hubiera acarreado un fallo de la naturaleza o enfermedad” 7.

Las almas de los malos, cuando resuciten sus cuerpos, quedarán sujetas a éstos. A diferencia de la situación de los bienaventurados, ellas serán carnales y no espirituales. “Como su alma estará separada voluntariamente de Dios y privada de su propio fin, sus cuerpos no serán espirituales, sino que su alma será carnal por el afecto” 8.

No experimentarán ni remotamente la agilidad de los cuerpos gloriosos. Por el contrario, de cierto modo estarán sujetos a la ley de gravedad. “Tales cuerpos no serán ágiles ni obedientes al alma sin dificultad, sino que graves y pesados, en cierto modo insoportables para el alma, tales como son las mismas almas que se apartaron de Dios por desobediencia” 9.

Estarán todavía más sujetos al dolor y el sufrimiento que nosotros en esta vida terrena, pero sin corromperse nunca en nada, además que las respectivas almas serán “atormentadas por la privación total del deseo natural de la bienaventuranza” 10.

Y por el hecho de que sus almas estarán excluidas de la luz del conocimiento divino, estos cuerpos serán “opacos y tenebrosos” 11.

La muerte triunfará sobre estos desdichados. Resucitarán para ser arrojados en la muerte eterna. No se aplicarán en ellos las palabras de Isaías (25,8) y de Oseas (13,14) citadas por el Apóstol: “La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Cor 15,55).

II – La trampa de
los saduceos

Nuestra fe católica nos hace esperar con fortalecida esperanza esta maravillosa realidad, revelada por Cristo Jesús y explicitada por la Iglesia infalible. Pero esta doctrina no era conocida así en la Antigüedad; la ignoraban sobre todo los paganos y muy especialmente ciertas corrientes filosóficas de Grecia. No es difícil comprender la razón por la cual se habían creado obstáculos contra la posibilidad de que hubiera resurrección.

Ante todo debemos considerar la constatación histórica, en la vida diaria, acerca de los muertos: ¿cuáles de ellos regresan a la vida? Si vamos más al fondo del problema, encontramos la lucha entablada en el interior de cada hombre entre sus malas inclinaciones y su conciencia. Dado que la criatura humana es un monolito de lógica, si admite la resurrección de los cuerpos como premio o castigo eternos en proporción a los méritos o culpas, se verá en la obligación de cumplir las leyes morales contra su propia concupiscencia. Una batalla que, sin la gracia de Dios, siempre termina mal. Pues bien, éste fue justamente el resultado que obtuvieron los pueblos de la Antigüedad, habiendo llegado algunos filósofos a defender la tesis de la materialidad del alma y su muerte concomitante a la del cuerpo.

Origen del partido de los saduceos

Bajo el imperio de Alejandro Magno (356-322 a.C.) hubo un enorme empeño por helenizar y colonizar el territorio perteneciente a los hebreos. La clase más acaudalada del pueblo elegido fue la más afectada por la influencia extranjera, y poco a poco se transformó en una especie de aristocracia sacerdotal, dando origen al partido de los saduceos.

Los miembros de este partido, exactos cumplidores de las formalidades de la Ley, en realidad eran incrédulos y relativistas en materia moral. Reducían al mínimo las exigencias dogmáticas y no temían profesar errores crasos inspirados por el mundo pagano. Por ejemplo, llegaban a oponerse a la existencia de los ángeles, y, peor aún, no aceptaban siquiera la existencia de las almas separadas de los cuerpos. Negaban incluso la providencia de Dios, como también su acción sobre los acontecimientos. Eran ateos prácticos y a pesar de revestirse con las ceremonias del culto de la religión judaica, no pasaban de ser unos semipaganos. No es difícil concebirlo, ya que hoy en día tropezamos no pocas veces con personas de la misma mentalidad y hundidas en las mismas convicciones.

A pesar de que los saduceos eran un número proporcionalmente muy reducido, la pésima influencia que ejercían sobre el pueblo era muy considerable debido a su situación social. Su nombre se origina de la palabra hebrea .adiq (), o sea, justo. Tal vez ellos mismos, por arrogancia, eligieron ese nombre, o se los dieron otros en son de burla.

Los saduceos formaban una fuerte corriente opuesta a los fariseos. Los dos partidos componían el cuadro político, social y religioso en vigor durante la vida pública del Divino Maestro. A pesar del carácter enteramente pacífico, ordenado y en extremo caritativo de la acción de Jesús, estas corrientes – agreguemos además el sanedrín, los escribas y los herodianos – se alternaban encarnizadamente para tenderle alguna trampa de la cual pudiera sobrevenir su prisión y sentencia de muerte. Aquí tenemos el turno de los saduceos con su mofa llena de escepticismo.

La objeción de los saduceos

Se le acercaron algunos de los saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere dejando mujer, y éste no tiene hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia al hermano. Eran, pues, siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ahora bien, ¿de cuál de ellos será esposa en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.»

Sobre estos versículos afirma Fillion: “La cita de los saduceos era exacta en cuanto al sentido. Esta prescripción, que no era particular a los judíos, puesto que también se la encuentra en varios pueblos antiguos como los egipcios, los persas y los hindúes, y todavía hoy entre los circasianos, es conocida bajo el nombre de Ley del Levirato, una ley que regula el matrimonio entre cuñados y cuñadas. Su objetivo era conservar la rama primogénita de cada familia e impedir la excesiva transmisión de los bienes a otro. No estaba limitada a los hermanos del marido muerto sin hijos, sino que también se extendía a los parientes cercanos, como sabemos por el libro de Rut (3, 9-13). No era estrictamente obligatoria, pero el que se negara a cumplirla tenía que someterse a una ceremonia humillante (Dt 25, 7- 10; Rut 4, 1-11). Pese a que en tiempos de Nuestros Señor ya había caído en un descrédito que iría aumentando con los años, seguía vigente en Palestina. […]

“Esta breve narración, vivaz y rápida, es un modelo de casuística refinada. Sus autores daban por hecho que la cuestión recién propuesta a Jesús lo pondría seguramente en un granaprieto. ¿Cómo podrá responder esta deductio in absurdum? ¿No parece haber herido de muerte el dogma de la resurrección de los cuerpos, probando que origina dificultades insolubles? Aunque no hubieran sido más que dos matrimonios, la cuestión se plantearía del mismo modo (en aras de la verdad, algunos rabinos la propusieron y la habían resuelto diciendo que en tal caso la mujer, en la otra vida, le pertenecería al primero de los dos maridos. Zohar Gen. 24, 96); pero al multiplicarlos de esta manera, los saduceos logran resaltar más la objeción” 12.

No obstante, podríamos asegurar con certeza que una inteligencia superficial e inconsistente se evidencia al juzgar los acontecimientos y al propio ser humano a partir de las simples apariencias visibles, sin elevarse nunca a lo invisible. Para esta clase de gente, Dios es como un semejante y la eternidad, si acaso existe, no más que una prolongación del mundo actual. No podría esperarse otro tipo de objeción de un libertino para justificar su relativismo.

Es increíble la semejanza del discurso de los saduceos con el razonamiento de ciertos filósofos actuales y de otros tiempos. Las oposiciones al dogma de la resurrección que han surgido a lo largo de la Historia son tan numerosas, que si fuéramos acatalogarlas todas, la colección sería interminable.

Respuesta del Divino Maestro

Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.»

En nuestra vida terrenal, debido a la mortalidad, la existencia de la sucesión es indispensable para la perpetuación de la humanidad, a raíz de lo cual el matrimonio será una exigencia hasta que se complete el número de los elegidos.

Ahora bien, la eternidad, como excelente imagen de Dios, no admitirá la muerte, y los bienaventurados vivirán exclusivamente en las leyes del Espíritu, en el conocimiento y el amor de Dios, viéndolo cara a cara. Los corazones y las inteligencias estarán unidos en las castas delicias de la caridad perfecta, sin ninguna necesidad del matrimonio. “Porque los casamientos se hacen para tener hijos; los hijos vienen por la sucesión, y la sucesión por la muerte; por tanto, donde no hay muerte no hay casamientos” 13.

No está de más insistir en que nos equivocaríamos creyendo que la resurrección es un acontecimiento exclusivo de los cuerpos de los justos. No se debe creer “que únicamente resucitarán los que son dignos, o los que no se casen, sino que también resucitarán todos los pecadores, y no se casarán en la otra vida. Además, el Señor, para estimular nuestras almas a que busquen la resurrección gloriosa, no quiso hablar más que de los elegidos” 14.

Después de la resurrección los cuerpos de los elegidos serán “angelizados”, sin sujetarse ya a las leyes de la materia ni de la animalidad, como dijimos antes. Así queda patente cuánto debemos evitar el pecado, “pues, si vivís según la carne, moriréis [la muerte eterna de resucitar para ser arrojado al infierno en cuerpo y alma]. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis” (Rom 8,13).

Dios no ha creado nuestros cuerpos directamente, como hace con las almas. En este sentido somos hijos de los hombres, expuestos a todas las fragilidades inherentes a nuestra naturaleza hasta la muerte. Como “hijos de la resurrección”, seremos hijos de la omnipotencia divina, la cual restaurará nuestros cuerpos de forma inmediata, sin siquiera el concurso de nuestros padres terrenos.

Ahí tenemos lo equivocados que estaban los saduceos con sus falsos e infundados argumentos. Cuando el hombre se aleja de Dios y de su Revelación, siempre crea sistemas de pensamiento obscuros, estrechos y obtusos.

La inmortalidad del alma

«Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».

En estos versículos el Divino Maestro defiende claramente la inmortalidad del alma, después de haber revelado la resurrección de los muertos. Las Escrituras ofrecen otros pasajes todavía más explícitos sobre la resurrección (Dan 12,2; Is 26,19) que Cristo podría haber enunciado, pero empleó el ejemplo de la vida de Moisés para refutar la cita al Levirato (Dt 25,5-6) hecha por los mismos saduceos.

Si el hombre, al morir, se precipitara en el vacío, aniquilándose su ser, todas las promesas de la Escritura también caerían en el vacío. Dios no reduce jamás a la nada a sus criaturas. Las formas pueden ser mudables, pero las substancias permanecen. Nuestros cuerpos no son como envoltorios de nuestras almas. Éstas pueden desprenderse de ellos, dejando de emitir a nuestros sentidos las manifestaciones de su existencia, pero seguirán viviendo en la venganza o en el amor de Dios, en las tinieblas o la Luz eternas.

“Si Dios se define como ‘Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob’ y es un Dios de vivos, no de muertos, entonces quiere decir que Abrahán, Isaac y Jacob viven en alguna parte; si bien, en el momento en que Dios habla a Moisés, ellos ya hayan desaparecido hace siglos. Si existe Dios, existe también la vida en la ultratumba. Una cosa no puede estar sin la otra. Sería absurdo llamar a Dios ‘el Dios de los vivientes’, si al final se encontrase para reinar sobre un inmenso cementerio de muertos. No entiendo a las personas (parece que las hay) que dicen creer en Dios, pero no en una vida ultraterrena.

“No es necesario, sin embargo, pensar que la vida más allá de la muerte comience sólo con la resurrección final. Aquello será el momento en que Dios, también, volverá a dar vida a nuestros cuerpos mortales” 15.

III – Conclusión

Hoy en día el mundo vive frustradamente en busca de placeres nuevos, a fin de saciar la sed de infinito que arde en la médula del alma humana. Si los hombres pudieran oír un acorde de esa música celestial que arrebató en éxtasis a san Francisco, o contemplar por un momento fugaz el rostro de Dios, algo que llevó a san Silvano a sentir repugnancia frente al rostro de los hombres, comprenderían que las delicias del Cielo son purísimas, eternas y opuestas a las de la Tierra.

Séneca, comentando el suicidio de Catón, concretado con el auxilio de un puñal, para huir de las consideraciones de una Roma que había perdido la libertad, afirma que el principal motivo de su muerte se centraba en la doctrina elaborada por Platón en su obra Fedón, en la que explana largamente la inmortalidad del alma. Séneca, en su genialidad, resume el acto en esta frase: “Ferrum fecit ut mori posset, Plato ut vellet”: El hierro (el cuchillo) hizo que pudiera morir; Platón, que lo quisiera.

Si los mismos paganos, cuando eran fieles a la razón, llegaban a estas conclusiones, ¿por qué los bautizados habremos de seguir los errores de los saduceos?

______________

1 Suma contra los Gentiles 4, 84.

2 Idem, ibidem, 4, 86.

3 Idem, ibidem.

4 Idem, ibidem.

5 Idem, ibidem.

6 Idem, ibidem.

7 Suma contra los Gentiles 4, 89.

8 Idem, ibidem.

9 Idem, ibidem.

10 Idem, ibidem.

11 Idem, ibidem.

12 L.-Cl., FILLION. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, Madrid: Editorial Voluntad, 1927. T. IV, p. 95-96.

13 SAN AGUSTÍN, apud Sto. Tomás de Aquino, Catena Aurea.

14 BEDA apud ibidem.

15 CANTALAMESSA, Raniero. Echad las Redes. Ciclo C. EDICEPI C.B., 2001, p. 346.


(Transcrito de la Revista “Heraldos del Evangelio - Salvadme Reina” Nº 52 - Noviembre 2007)

Cuando el diablo ataca

Cuando el diablo ataca


Cuando el diablo ataca siembra en ti la desesperanza. Pierdes la alegría de vivir, la ilusión por las cosas pequeñas, lo hermosa que es la vida cotidiana.

Cuando el diablo ataca, te llenas de inquietudes y angustias, de un odio profundo, un deseo irracional de hacer daño.

Cuando el diablo ataca, te hace olvidar que él existe y que eres un hijo del Dios vivo.

Cuando el diablo ataca te hace perder la vergüenza, vives el momento en una euforia de la que te arrepentirás el resto de tu vida.

El diablo con sus insidias marchita tu alma como una flor hermosa que se va secando y es pisoteada por los que pasan.

Un hijo de Dios debe saber cómo reconocer los ataques sutiles del demonio.

Decía un sacerdote que el diablo es como un perro rabioso encadenado. Sólo si te le acercas podrá hacerte daño.

El problema es que solemos verlo como un perrito inofensivo y nos vamos acercando hasta meter nuestra mano y nuestra alma entre sus fauces.

La magnitud del pecado es algo que ni siquiera puedes imaginar.

¿Qué mueve al demonio? El odio. Te detesta en lo más profundo de su ser.


¿Qué desea? Tu alma. Para verte sufrir una eternidad alejado de Dios.

Se goza cuando ofendes a Dios. Disfruta viendo cómo las almas de los elegidos se pierden y se van llenando de cicatrices y olores nauseabundos, para luego desgarrarse en el infierno.

Una vez leí esta frase impactante: “Qué tristeza, perder una hermosa eternidad, por un poco de tierra”.

Se cuenta que santa Teresa pudo ver un alma en pecado mortal, y casi cae muerta de espanto ante esta horrorosa visión.

Son almas muertas, alejadas de Dios, en las que no hay alegrías ni esperanza. No hayan el camino de vuelta, porque se sumergen cada vez más profundamente en su propio pecado. Los videntes de Fátima las vieron cuando tuvieron la visión espantosa del infierno.

San Francisco de Asís amaba tanto a Dios que le espantaba la sola idea de ofenderlo. Lloraba por los bosques de Asís gritando “El Amor no es Amado” “El Amor no es amado”. Y se hacía acompañar por un compañero para poder confesar en el acto cualquier mal pensamiento, cualquier cosa que ofendiera el corazón tierno de nuestro Dios.

¿Qué debo hacer?


Reconciliarme con Dios. Empezar a cuidar mi alma, el estado de gracia.


Decía un santo: “Sólo tienes un alma. Si la pierdes, ¿qué harás?”

Procura vivir lo que Dios te pide: perdonar, amar, compartir, hacer el bien.

Tus buenas obras quedarán grabadas en el corazón de Dios.

Aún hay tiempo.

Tenemos el tiempo de gracia y de Misericordia que Dios nos concede a todos. No cierres tu corazón al llamado que te hace el Padre Eterno.

Encuentra la paz que sólo Dios te puede dar.

Aspira a lo más hermoso: la santidad.
Vive lo extraordinario: el Evangelio.

lunes, 10 de marzo de 2008

Alejandro El Grande


Cuando estaba al borde de la muerte, Alejandro el Grande convoca a sus generales y a su escriba y relata a estos sus 3 ultimos deseos :
1. Que su ataud sea transportado po las manos de sus mas famosos medicos de la epocoa;
2. que sea desparramado en el camino hasta su tumba, sus tesoros conquistados(plata, oro, piedras preciosas ...):
3. Que sus manos sean dejadas balanceando en el aire, fuera del ataud, a la vista de todos.
Uno de sus generales , admirado con esos deseos insolitos, pregunta a Alejandro las razones de estos.
Alejandro entonces explica :
1.Quiero que los mas eminentes medicos carguen mi ataud, para mostrar a los presentes que estos no tienen ningun poder de curar ante la muerte.
2.Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que las personas puedan ver que los bienes materiales aqui conquistados, aqui permanecen.
3. Quiero que mis manos se balanceen en el viento, para que las personas puedan ver que de manos vacias venimos y de manos vacias partimos.

Indulgencia Plenaria en Oficios de Semana Santa

Algunas observaciones pastorales

21. El Sínodo ha recordado que es cometido pastoral del Obispo promover en su propia diócesis una firme recuperación de la pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía, y fomentar entre los fieles la confesión frecuente. Todos los sacerdotes deben dedicarse con generosidad, empeño y competencia a la administración del sacramento de la Reconciliación.(60) A este propósito se debe procurar que los confesionarios de nuestras iglesias estén bien visibles y sean expresión del significado de este Sacramento. Pido a los Pastores que vigilen atentamente sobre la celebración del sacramento de la Reconciliación, limitando la praxis de la absolución general exclusivamente a los casos previstos,(61) siendo la celebración personal la única forma ordinaria.(62) Frente a la necesidad de redescubrir el perdón sacramental, debe haber siempre un Penitenciario (63) en todas las diócesis. En fin, una praxis equilibrada y profunda de la indulgencia, obtenida para sí o para los difuntos, puede ser una ayuda válida para una nueva toma de conciencia de la relación entre Eucaristía y Reconciliación. Con la indulgencia se gana « la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en lo referente a la culpa ».(64) El recurso a las indulgencias nos ayuda a comprender que sólo con nuestras fuerzas no podremos reparar el mal realizado y que los pecados de cada uno dañan a toda la comunidad; por otra parte, la práctica de la indulgencia, implicando, además de la doctrina de los méritos infinitos de Cristo, la de la comunión de los santos, enseña « la íntima unión con que estamos vinculados a Cristo, y la gran importancia que tiene para los demás la vida sobrenatural de cada uno ».(65) Esta práctica de la indulgencia puede ayudar eficazmente a los fieles en el camino de conversión y a descubrir el carácter central de la Eucaristía en la vida cristiana, ya que las condiciones que prevé su misma forma incluye el acercarse a la confesión y a la comunión sacramental.

Semana Santa

El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria

Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.


Obras que gozan del don de la Indulgencia Plenaria en Semana Santa:

Jueves Santo

1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del "Tantum Ergo" ("Adorad Postrados").

2. Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo

1. Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo

1. Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario.

Vigilia Pascual

1. Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.


Condiciones:

Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

a. Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

b. Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

domingo, 9 de marzo de 2008

Palabras Pe. João Clá Dias


Palabras Pe. João Clá Dias

Inicialmente, parabéns pela data. Afinal, hoje os Arautos do Evangelho completam sete anos de Aprovação Pontifícia. Recordo-me, com o coração sob forte emoção, que foi no dia da Cátedra de Pedro , 22 de fevereiro de 2001, que os Arautos do Evangelho, hoje sob o seu comando e orientação, galgaram o degrau tão almejado e importante. Na sede do Pontifício Conselho para os Leigos (Pontificium Consilium pro Laicis), no Vaticano, em cerimônia presidida pelo Cardeal James Francis Stafford, Presidente do Pontifício Conselho para os Leigos, em companhia de D. Stanislaw Rylko, Secretário, do Prof. Guzmán Carriquiry, Subsecretário, do Pe. Miguel Delgado e da Dra. Lucienne Salle, foi recebido o decreto que erigia a entidade em "Associação Internacional de Fiéis de Direito Pontifício".

Recordo-me ainda que, ao final da cerimônia, o então Conselheiro Geral dos Arautos do Evangelho, Sr. João S. Clá Dias fez uma saudação ao Cardeal Stafford pelo aniversário de sua sagração episcopal, a qual, como sinal da Providência, ocorria nessa data, e ofereceu-lhe um busto da imagem de Nossa Senhora de Fátima.

Parabéns Pe. João Clá Dias,
Poucos dias depois, mais precisamente na manhã do dia 28 do mesmo mês, ainda em Roma, no Auditório do Vaticano , houve um momento que ficará gravado para sempre nas almas dos mais de mil Arautos do Evangelho que lá se encontravam reunidos. Foi quando puderam ouvir dos lábios do próprio sucessor de Pedro, o amado e saudoso Papa João Paulo II - que se expressou em português, a seguinte saudação:

“Saúdo ....de modo especial o numeroso grupo da Associação Internacional de Fiéis de Direito Pontifício, Arautos do Evangelho, para que sendo fiéis à Igreja, ao seu Magistério, permaneçam unidos aos seus pastores e anunciem corajosamente, pelo mundo inteiro, a Cristo Nosso Senhor”.

Naquele instante precioso e histórico, Pe.João Clá, ocorreu algo que emocionou a todos os presentes: os mais de mil Arautos do Evangelho ali reunidos entoaram, em singela homenagem a S.S.João Paulo II, o “Hino Pontifício”.
Fato marcante e inolvidável.

S. Santidade continuou:
“Sede mensageiros do Evangelho pela intercessão do Coração Imaculado de Maria. A todos faço votos de que a quaresma seja portadora de um espírito novo diante de Deus”.

“A minha bênção apostólica”.

“Louvado seja Nosso Senhor Jesus Cristo”.

No final da audiência pública, o Papa João Paulo II recebeu os cumprimentos do Conselheiro Geral e do Representante Geral em Roma da recém-aprovada Associação de Direito Pontifício, João Scognamiglio Clá Dias

Parabéns Pe. João Clá Dias,
por serem estas datas, por nós acima narradas, apenas o início de uma longa, gloriosa e abençoada jornada que encontrará seu auge quando for cumprida a promessa de Nossa Senhora em Fátima:
“Por fim Meu Imaculado Coração Triunfará”.

Parabéns Pe. João Clá Dias,
comandante do Exercito de Nossa Senhora e Guerreiro da Igreja Católica Apostólica Romana

Parabéns Pe. João Clá Dias

Texto tomado do blog A FAMÍLIA CATÓLICA
http://afamiliacatolica.blogspot.com/