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jueves, 1 de mayo de 2008

Non Mori Sed Pati”


Non Mori Sed Pati”

Por Patricia Villegas de Jorge

“Padecer y no morir” fue el lema que como religiosa profesó santa María Magdalena de Pazzi, joven italiana de familia noble que dedicó su vida, por la gracia de Dios, a vivirla en perfección. Dotada de visiones místicas en grado máximo, es conocida en la Iglesia como la “extática” ya que Dios Nuestro señor la colmó de numerables gracias que la guiaron por el camino de la virtud.

El ejemplo de esta magnífica criatura del Señor se nos ha transmitido a través de las anotaciones de sus hermanas de clausura del Monasterio Carmelita Santa María de los Angeles de Florencia, ya que cada éxtasis de la santa se plasmaba en un papel como legado de la Iglesia.

Sus extraordinarias virtudes fueron instruidas directamente por Nuestro Señor a lo largo de su vida como carmelita. Desde joven, cuyo nombre bautismal era el de Catalina, la hermana María Magdalena da claras luces de tener vocación a la vida perfecta, identificándose como amante de Jesús desde antes de hacer su primera comunión cuando, en arrebatos de amor por su gran Amado, solía acariciar a su madre después de recibir la santa comunión bajo el pretexto de que ella “olía a Jesús”. Su olfato sobrenatural y la locura de amor por Cristo Jesús la lleva a ser, desde un gran apóstol en los albores de su juventud, hasta constituirse en la gran mística del siglo XVI.

De su vida interior se dice que tuvo como centro única y exclusivamente hacer la voluntad de Dios viendo en cada acto de su vida un gesto de amor a su Creador. A sus novicias, indicaba María Magdalena, que “en el cielo están los ángeles…….” que solo viven de la voluntad de Dios, “y en la religión todas las religiosas deberán ser semejantes a los ángeles…..” ocupadas únicamente en cumplir la divina voluntad manifestada por la regla y la obediencia.

Definida como modelo de humildad y obediencia, moldeada en el camino de la santidad, padeciendo un vía crucis extraordinario mezclado con innumerables éxtasis, María Magdalena de Pazzi se convirtió en la flor elegida por Nuestro Señor para dejarnos un código divino de perfección el cual, si bien es cierto que tendría aplicación prioritaria para las religiosas, no menos cierto es que cualquier alma que quisiera ser digna del Señor y caminar por las sendas de la santidad, pudiera sin problema alguno seguirlo, siempre solicitando el auxilio de la gracia.

En dicho código, la primera virtud que el Señor le pide a María Magdalena es la de la pureza, indicándole que la pureza es “El mismo y por ende su divinidad, siendo algo tan inmenso e intrínseco que no puede ser fácilmente entendido.” A los fines de ser pura debía el alma de María Magdalena parecerse lo más posible a su Esposo, tanto así que El le comunicó que “quería de ella que en toda acción interna y externa tuviera fijo su ojo en aquella pureza que le dio a entender y que todas las obras que hiciere y palabras que dijese, pensara que fuesen las últimas.” Pulida el alma en la virtud de la pureza, podía María Magdalena instruir a sus novicias para la vida celestial y guiarlas en el crecimiento de las virtudes que agradan a su Amante.

Así mismo, fue enseñada a no mirar los defectos de los demás sin antes considerar que los de ella eran mayores, al igual de poner a los pies de la cruz todos sus pensamientos e ideas al momento de formar a las novicias. De esta manera y adentrada en el camino práctico que lleva a la humildad, le fueron mostradas las joyas que adornan y forjan esta virtud tan preciada por Nuestro Señor, al punto que su místico Esposo le dejó conocer que por la humildad de un alma le era devuelta la virtud de la pureza, aún cuando esa alma hubiese perdido la virginidad, habiendo en el cielo solo almas humildes y pudiendo haber en el infierno almas vírgenes que no practicaron dicha virtud.

Pero nada será factible sin la virtud de la caridad, madre de las virtudes, tanto así que Nuestro Señor le comunica a la santa que debía tener “sed noche y día, como el ciervo de las aguas, de ejercitar la caridad en mis miembros, sintiendo y haciendo tanto caso de la debilidad y fatiga de tu cuerpo, como de la tierra que pisas.” Y en efecto, en uno de sus éxtasis, nos dice María Magdalena que “tan encendida caridad quiere Dios de nosotros que si le pudiésemos amar sin amar al prójimo, más se agradaría en que amásemos al prójimo que a El mismo.”

De esta madre virtud, perfectamente ejercida por María Magdalena le brotaban como manantial las demás virtudes, tanto así que al ser instruida en la prudencia y mansedumbre tal cual su Maestro, se convirtió en el ejemplo del Carmelo y en imagen perfecta de Cristo Jesús, cualidades acreditadas por sus hermanas de comunidad. Esa virtud teologal de la caridad infundida por obra de la gracia de su Padre, llevaba a María Magdalena a ser la más obediente al momento de aplicar y dejarse observar la regla conventual, siendo celosa en extremo del cumplimiento de las reglas que miran más directamente a su relación con Dios, reglas que eran exigidas a sus hermanas en formación al grado perfecto.

María Magdalena se hizo experta en negarse así misma, aceptando el sufrimiento como camino inequívoco que lleva al cielo y que moldea el alma a la imagen de Cristo Jesús, actitud que agradaba a Dios colmando su alma de prendas incomparables a los dones otorgados a otros santos. Tan hermosa instrucción recibió de la Eterna Sabiduría que le fue comunicado “que el alma vivirá solo en mí su Creador y su Dios”, siendo llevada esta hermana sencilla al grado máximo de perfección del alma.

Dicha perfección, alimentada por los santos sacramentos y en particular por el de la santa eucaristía por el que María Magdalena se desvivía y unida a la devoción de la hermosa Virgen del Carmen “Virgo Flos Carmeli” a quien había consagrado su corazón y había invocado en momentos de desesperación por el acecho del maligno, hicieron de ella la fiel mística esposa de Jesús, por quien no dudó en ningún instante de su vida padecer todo lo que fuese necesario por la salvación de las almas y por amor a Dios.

Dedicado a las hermanas del Monasterio Santa Teresa de Jesús de Santo Domingo, en ocasión del aniversario de Santa María Magdalena de Pazzi.

Obras consultadas:

1.-SANTA MARIA MAGDALENA DE PAZZI por una monja del monasterio de la santa . Ediciones carmelitanas . Madrid, 1956.

2.-Avisos y Enseñanzas. Santa María Magdalena de Pazzi. Librería editorial AMACAR. Castellón, España 1991

3.-MARIA MAGDALENA DE PAZZI-Recordando un centenario, 1607-2007. Rafael López Melús.O.C. Librería editorial AMACAR. Castellón, España 2007.

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