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Nombre: Angeles

domingo, 27 de abril de 2008

MARÍA SANTÍSIMA VIENE A VIVIR EN EL ALMA


MARÍA SANTÍSIMA VIENE A VIVIR EN EL ALMA

Dado que toda nuestra perfección consiste en ser conformes a Jesucristo y estar unidos y consagrados a Él, sin duda alguna la más perfecta devociones es la que nos conforma, une y consagra más perfectamente a Jesucristo. Y dado que María es entre todas las criaturas la más conforme a su Hijo, por eso, por encima de las otras devociones, la que mejor nos consagra y vuelve nuestra alma conforme a nuestro Señor, es la Devoción a la Santísima Virgen, su Madre; y cuánto más esté un alma consagrada a María, tanto mas lo estará a Jesucristo.

De aquí sigue que la perfecta consagración a Jesucristo, no es sino una perfecta y total consagración de sí mismo a la Santísima Virgen; y ésta es la devoción que enseño.

Dicho con otras palabras, ésta forma de devoción es una perfecta renovación de los votos y promesas del Santo Bautismo. En ella el cristiano se entrega totalmente a la Santísima Virgen, para pertenecer por medio de Ella totalmente a Cristo.

De esto resulta que alguien puede consagrarse al mismo tiempo a la Santísima Virgen y a Jesucristo: a la Virgen porque es el Camino perfecto que Cristo mismo eligió para unirse a nosotros y unirnos a nosotros con Él; al Señor Jesús porque Él es nuestro último Fin, a quien debemos todo lo que somos, ya que Él es nuestro Redentor y nuestro Dios.

Además debemos considerar que todo hombre, al ser bautizado, por propia boca o por la de su padrino o de su madrina, renuncia solemnemente a satanás, a sus pompas y a sus obras, y elige a Jesucristo por Maestro suyo y por Señor soberano. Es lo que sucede por la presente devoción: el cristiano renuncia al demonio, al mundo, al pecado y a sí mismo, y se entrega por entero a Jesucristo, por manos de María.

Después del Bautismo el cristiano queda completamente libre para aplicar dicho valor a quien quiera o conservarlo para sí. Por esta Devoción, nos consagramos explícitamente al Señor por manos de María y le entregamos el valor de todas nuestras acciones.

Una infinidad de óptimos efectos produce en el corazón esta Devoción practicada fielmente. El principal de ellos es que Maria viene a vivir en el alma de modo que ya no es el alma que vive, sino Maria que vive en ella y que llega a ser, por así decirlo, el alma de la propia alma.

¿Qué maravillas obra Maria cuando por una gracia realmente inefable llega a ser Reina de un alma?

Obra grandes maravillas y trabaja sobre todo en los corazones, y muchas veces en la ignorancia del alma misma, ya que si ésta se diera cuenta de lo que sucede en ella se expondría al peligro de perder, por causa de la vanidad, esta belleza suya.

Maria es la Virgen fecunda, en todas las almas en las que vive hace brotar la pureza del corazón y del cuerpo, la rectitud en las intenciones y abundantes buenas obras.

No creáis que Maria, la más fecunda de las criaturas puras, que llegó al punto de producir un Dios, permanezca inactiva en un alma fiel.

Ella es quien hará que el alma viva incesantemente por Jesucristo, y hará que Jesús viva en el alma (...) Como Jesús, que cuando vino al mundo quiso ser fruto de Maria, así sucede en cada alma; y en aquellas en las que Maria puede habitar más libremente, se ve mejor que es Su fruto y obra maestra. (...)
San Luis María Grignion de Montfort.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen


Karol Wojtyla descubre « El Tratado de la Verdadera Devoción »

La lectura de este libro marcó mi vida de manera decisiva. Yo digo que experimentó un giro decisivo, aunque se trata de un largo camino interior que coincidió con mi preparación clandestina al sacerdocio. Porque fue entonces cuando cayó entre mis manos ese tratado singular, uno de esos libros que no basta "haber leído". Yo recuerdo haberlo llevado mucho tiempo conmigo, incluso cuando iba a la fabrica, ya todo manchado de cal. Leía y releía sin cesar ciertos pasajes. Me di cuenta rápidamente, más allá de la forma barroca del libro, que se trataba de algo fundamental.

La devoción de mi infancia e incluso de mi adolescencia a la Madre de Cristo topó con una nueva actitud, una devoción venida de lo más profundo de mi fe, como del corazón mismo de la realidad trinitaria y cristológica. Antes, yo me mantenía en el temor que la devoción a María, pudiera opacar a Cristo, en lugar de cederle el paso. A la luz del tratado de Grignion de Montfort comprendí que en realidad se daba de otra manera. Nuestra relación interior a la Madre de Dios resulta orgánicamente de nuestro vínculo al misterio de Cristo. No es entonces que el uno nos impide ver al otro. (...)Se puede incluso decir que a quien se esfuerza de conocer y amar a Cristo, Él mismo le da a su Madre, tal como lo hizo en Calvario con su discípulo Juan.» André Frossard, dialogue avec Jean Paul II,
« No temáis ! », 1982, p. 184-185YÑ

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